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    Ecoturismo, conservación y diseño: Una conceptualización del ecoalojamiento
 


Por Sofía C. Fregoso Lomas

Ecoturismo, conservación y diseño:
Una conceptualización del ecoalojamiento.
Sofía C. Fregoso Lomas

En el ámbito de la planeación del ecoturismo un ecoalojamiento (del inglés ecolodge o albergue ecológico) es el concepto de edificio que resulta idóneo para una práctica turística de bajo impacto, porque resuelve de manera especialmente inocua la relación entre una edificación albergue y el paisaje y al mismo tiempo la condición de hospedaje turístico. Este objeto arquitectónico servirá en este capítulo para ejemplificar y demostrar porqué la categoría de bajo impacto ambiental debe estar muy ligada a cualquier proceso de transformación y edificación posible, siendo que además es una decisión de proyecto inaplazable, dadas las condiciones de ruptura en el orden y la autoorganización de la naturaleza. Veamos un breve ejemplo.

Rodavento

Waldemar Franco, arquitecto de profesión, kayaquista y alpinista por afición, es socio mayoritario de la empresa Río y Montaña, cuya calidad y estructura administrativas con orientación al desarrollo sustentable se han ganado el reconocimiento del foro de PYMES en este país. Él, junto con su equipo de trabajo ha puesto en marcha cuatro ecoaldeas, con toda una estrategia financiera y de marketing orientadas hacia el desarrollo sustentable. La empresa ha crecido notablemente en los últimos años y se ha consumando como prestadora de servicios turísticos de tipo alternativo de primer nivel. Cada ecoaldea ofrece servicios de un hotel de gran turismo pero con tecnologías de bajo impacto, prácticas de salud alternativas y paseos y actividades deportivas pensadas para estimular el conocimiento de la naturaleza y su conservación. Una de ellas, Rodavento, se ubica en Valle de Bravo y fue conceptualizada, diseñada y construida por el propio Waldemar. El nombre Rodavento entrelaza las palabras rueda y viento y se refiere a la más nueva de las tres Aldeas Río y Montaña. Se compone de catorce habitaciones dispuestas en el bosque, frente a una laguna privada y con un programa de actividades al aire libre para todo público. El conjunto arquitectónico obtuvo mención honorífica como proyecto turístico en la Octava Bienal Nacional de Arquitectura, otorgada por el Colegio de Arquitectos de México, lo que de alguna forma denota que el espacio arquitectónico turístico, según las opiniones de los expertos, se hizo con bastante acierto funcional y plástico. Desde mi perspectiva, los edificios y elementos que integran el conjunto, restaurante, suites, salón bar, salón spa, se combinan, hablando plástica y funcionalmente, en un orden afortunado. Waldemar simplemente atribuye este resultado a su formación profesional y la predilección por la práctica del ecoturismo, el montañismo y el kayakismo en otras regiones del mundo. Sus aficiones y habilidades le han estimulado ha conformar este nuevo concepto de hospedaje. Asimismo, el lenguaje usado en la expresión de este proyecto, sin querer decir algo específico, promueve la conservación de la naturaleza y la práctica de actividades turísticas de bajo impacto, a través de formas, materiales, y recursos constructivos traídos de muchas partes del planeta. Las formas y los lenguajes foráneos que convergen en este proyecto coinciden en que el turismo de alto nivel puede ser al mismo tiempo espacio para el ocio, el esparcimiento, la práctica deportiva y la conservación ambiental.

La experiencia de Waldemar puede ser una utopía para muchos de nosotros los arquitectos, porque el poder financiar el proyecto que uno mismo piensa y desarrolla, parece un imposible si entendemos el trabajo arquitectónico como un servicio común y corriente por el que se paga un costo. La realidad que debemos enfrentar en la arquitectura, es que lejos de sentarnos a esperar a que se den las condiciones ideales, nuestra tarea consiste en propiciar que se den esos encuentros. El arquitecto hoy en día se autopropone como hacedor y tejedor de posibilidades, hace que el diseño arquitectónico no se limite a la conceptualización de una entidad arquitectónica, al proceso de diseño, o a la actividad proyectual, sino que enfrenta una gran responsabilidad que la sociedad y los problemas ambientales le exigen: disciplinas versátiles, responsables y flexibles.

Al interior de la práctica turística convencional, el ecoturismo y los ecoalojamientos han surgido como procesos reguladores y son considerados como la modalidad de turismo y hospedaje que más fácil se adecúan a la solicitud emergente de una sustentabilidad planetaria. A su vez, al ecoalojamiento debiéramos entenderlo como entidad estabilizadora de la práctica turística convencional, con la misma finalidad de un albergue u hotel convencional, pero con el propósito fundamental de producir las perturbaciones negativas mínimas en el entorno con su presencia física. Fig 1 Como respuesta arquitectónica debe contribuir a frenar la extinción del recurso paisajístico de la práctica turística Fig 2. En lo que se refiere a su forma, aunque es una respuesta relativamente nueva y experimental, es muy recurrente hallar rasgos antiguos de arquitectura vernácula, lo que nos vuelve a demostrar que la tradición y el folklore de las formas arquitectónicas tienen un arraigo profundo en nuestros sistemas de creencias y que también es prueba de su eficiencia y funcionalidad. Las formas de los ecoalojamientos construidos por los primeros colonizadores ingleses imitaban las cabañas de los nativos, tanto en sus procedimientos constructivos, como en su ornamentación y configuración formal. Desde entonces hasta ahora un ecoalojamiento que imita las formas tradicionales constructivas se considera como una buena opción en el campo de la planeación del ecoturismo porque favorece el acoplamiento del edificio con el entorno biocultural. Aunque este criterio no es infalible, debemos reconocer que la arquitectura vernácula ha sido probada y comprobada a través de muchas generaciones y que por ello, se constituye siempre como la respuesta más eficiente de protección climática y de identidad cultural dentro de una comunidad. Fig 3 El término de ecoalojamiento procede de la palabra inglesa lodge que significa casa del guarda. Con este nombre se conocían a los primeros hoteles construidos dentro de los parques nacionales kenianos, destinados a dar cobijo a un número reducido y especializado de turistas. El concepto de ecolodge retoma la fisonomía de dichos albergues, pero sin duda se han vuelto más especializados porque están dirigidos a un público más específico. Por ejemplo, quedarían descartados en su totalidad los cazadores, por tratarse de una práctica depredatoria. Por esta razón, un ecoalojamiento para el ecoturismo recupera sólo algunas características de la casa del guarda o lodge que tiempo atrás servía de refugio para actividades de orden depredatorio, porque en oposición a ello, el objetivo del ecoturismo consiste en que el visitante contribuya a la conservación y la restauración del paisaje a través de la práctica turística. Ahora bien, el concepto de lodge se ocupa hoy para nombrar un tipo de alojamiento exclusivo. Es una estancia que ofrece el lujo y el confort a través de la experiencia de lo simple. Un viajero que busca un lodge no espera jamás un hotel para el turismo masivo, ni la misma relación con el paisaje; sin embargo, cabe hacer la aclaración de que el hecho de ser especial, pequeño, rústico mínimo y lujoso no lo equipara en sentido estricto con un ecoalojamiento. Un lodge opera casi como cualquier hotel, sólo que además ofrece apoyo para las prácticas de ocio turístico-especiales (esquí, altamontaña, descenso de ríos, cacería, etc.), que por lo general se desarrollan fuera de las ciudades. La diferencia con un ecoalojamiento o un ecolodge es que éste no admite ser cómplice de actividades que ocasionen un desgaste desproporcionado al paisaje. Por esta razón, un ecoalojamiento en un modelo auténtico de planeación del ecoturismo precisa una sustitución completa de las prácticas de turismo de aventura por aquellas que permitan el disfrute de la naturaleza sin impactos ambientales negativos. Al igual que cualquier tipo de arquitectura, un ecoalojamiento ha estado sometido a pruebas de contraste, límites, funcionalidad y resistencia por las fluctuaciones climáticas y del medio natural y cultural donde se necesita. Por lo que las características arquitectónicas que lo definen se han depurado en general desde los primeros ecoalojamientos hasta ahora. Si fuera tiempo de enunciar recomendaciones para el diseño de un ecolodge1, ecoalojamiento o ecorefugio, diría que se resumen en cuatro aspectos esenciales, no porque ellos describan la totalidad del significado del ecoturismo, ni sean exhaustivos o limitantes de otras condiciones aún por investigar, pero nos interesan porque son factibles de ser tratados y regulados a través del proyecto arquitectónico: 1.Materiales. Muchas veces los materiales de la región no son una buena opción para la edificación de un ecoalojamiento, porque con ello aceleramos un proceso local de degradación negativa. La primera alternativa consistiría en elegir materiales disponibles en el mercado cuyo proceso de fabricación y consolidación manifiesten procedimientos alternativos, aunque esto sea sólo de manera parcial; la segunda, en ocupar recursos que se produzcan dentro del proyecto integral turístico; y la tercera, en compensar el impacto producido por el uso de materiales externos con algún programa intensivo de captura de carbono. 2.Propósitos. En la forma arquitectónica del ecoalojamiento prevalece el propósito de un albergue turístico u hotel convencional; no obstante, el tratamiento del lenguaje y de la expresión de tal entidad arquitectónica, debiera ser entonces distinto de manera intencional, no fortuito ni improvisado, porque la función y destino específico de propiciar la conservación y la restauración ambiental es a través de la práctica turística. En síntesis, es una vivienda mínima, austera, suficiente, que simplifica un modo de vida en la ciudad, en un intento por alejar al urbanita de su rutina cotidiana y recuperarle su naturaleza esencial, que implica hacerlo partícipe de su responsabilidad por la afectación y por el cuidado ambiental, en ciclos cortos que pueden ser unas vacaciones. 3.El contexto. En principio podemos remarcar que un ecoalojamiento conserva algunas características de un lodge o albergue campestre, en el sentido de que busca evocar un ambiente natural extraurbano a través de la forma de la edificación, pero no por ello las relaciones con el contexto debieran limitarse a la repetición obsesiva de arquitectura vernácula. En todo caso, si lo que se desea es lograr una integración con el contexto vernáculo, pudieran integrarse motivos formales, recursos estilísticos y constructivos respetuosamente en el nuevo edificio; esta evaluación, además de la forma arquitectónica que resulte, debe contemplar las condiciones biogeográficas del territorio, lo que constituye una prioridad en términos de conservación ambiental. 4.La energía. La evaluación del requerimiento energético global en una edificación de cualquier tipo contempla el flujo de energía a cualquier nivel de complejidad, desde la eléctrica, hasta el aprovisionamiento de materia prima para la alimentación, la salud o el divertimento. De esta evaluación podemos reducir al máximo los requerimientos energéticos y en sustituirlos por sistemas de iluminación natural que usen como fuente de energía potencial algún combustible vegetal.

Estas cuatro recomendaciones que definen las condiciones especiales de uso-permanencia y relación con el entorno de un ecoalojamiento, me han alentado al desarrollo de un debate acerca de la naturaleza de nuestra propia disciplina, porque no comparto la idea que seguir un procedimiento lineal sea el mecanismo exhaustivo e infalible para la producción de la arquitectura. Desde mi punto de vista, además de recomendaciones, es necesario discutir sobre lo que falta y sobra a nuestra disciplina. En principio es inevitable destacar que el diseño a través del proyecto arquitectónico tiene una influencia decisiva en el contexto a su vez través del proyecto y es responsable de las dimensiones cualitativas y cuantitativas de los objetos, así como de la interacción compleja de los objetos con el entorno. Por último señalaré que la emergencia del ecoalojamiento, en sus múltiples expresiones que buscan un acercamiento para el conocimiento y restauración de los sistemas ecológicos fracturados, puede detonar una discusión alrededor de los fines y los medios de nuestra propia disciplina. ¿Podremos aventurar ahora que el diseño arquitectónico de este objeto como de cualquier otro, debiera contener con el mismo nivel de atención los pilares de la sustentabilidad?, ¿podemos abordar la naturaleza del diseño arquitectónico y establecer cuáles son los fines y los medios de los que se vale para hacer sus tareas, pero con la finalidad de identificar también coincidencias con los estados de emergencia en el contexto, puntos de ruptura e inconsistencia, para insertar nuevas ideas sobre los posibilidades de transformar y restaurar a través del quehacer del diseño?, ¿podemos hacer algo desde la disciplina del diseño arquitectónico?, ¿cuáles son las tareas que podemos reformular?, ¿cuáles tareas son características de nuestra práctica que pueden que ser repensadas?, ¿en qué consiste nuestra práctica y cómo podemos hablar de una ampliación de capacidades?, ¿qué le hace falta a nuestra práctica para entender y proyectar un ecoalojamiento? Los aprendizajes de un ecoalojamiento que pueden ser retomados son la condición de relación ecológica entre la arquitectura y el paisaje, pensada con el propósito de restaurar las relaciones ecoculturales del hábitat humano, conservar las relaciones sistémicas de los ecosistemas preexistentes y en todo caso, ampliar las capacidades de restauración y autoorganización de los mismos, aumentar la masa arbórea, minimizar los flujos de salida (deshechos) y de entrada (requerimientos energéticos). En pocas palabras, buscar la ecoorganización al interior del sistema humano habitable. Las particularidades del proyecto del ecoalojamiento (restauración, ampliación y conservación) no sólo pueden ser trasladables al proyecto arquitectónico, sino que reclaman estar presentes en cualquier género de reflexión de fondo acerca de la naturaleza del diseño arquitectónico. Estas categorías que no son universales ni homogéneas sino que forman parte de los múltiples archipiélagos de certezas dentro del océano de incertidumbres. Sirvan éstas para el diseño de un ecoalojamiento o de cualquier otro objeto arquitectónico, y para conducir al diseñador en su quehacer proveído de un pensamiento ecológico.




 
   
 
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